lunes, 3 de noviembre de 2014

EDGAR ALLAN POE










¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo  puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.

Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.

Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo.

Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía.
Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las  persianas, por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente,

Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:

-¿Quién está ahí?




Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte.
Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón.

 Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación.

Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna.
Así lo hice -no pueden  imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre.
Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito.

¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado.

Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí
inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.

Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas.

Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja!
Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?
Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar.

Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y  cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima.
Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Por mi parte, me hallaba perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos.

Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente Me puse en pie y discutí sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte!
-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón!



El corazón delator

Edgar Allan Poe






domingo, 19 de octubre de 2014

KHALIL GIBRAN (2)






Gibran , desde joven, se sintió influenciado por la noción romántica del poeta como un donante desinteresado. Más tarde, reconsidera dicha noción, aplicándola a la religión.


Creía firmemente que cada persona debería dar lo que más ama, es decir, darse a sí mismo, y que todo en la vida debería, tanto ofrecerse, como recibirse, como un regalo. Incidía en la idea de que ninguno de nosotros, ya sea como donantes o como destinatarios, podemos poseer nada, ni objetos materiales, ni personas. En la antología ilustrada de Ayman a. El-Desouky, se pone el ejemplo de cómo compartía dichos valores con Mary Haskell, a la que acudía cuando tenía dificultades financieras. Mary, procedente de una acomodada  familia, había heredado la riqueza, el fuerte carácter, y el sentido de la justicia de su padre. El 29 de noviembre de 1913, ésta le escribió a Gibran:


“Las cosas nos vienen de Dios, no de las personas, pero sólo a través de las personas, de lo que se encuentra en ellas, que va más allá de su limitada humanidad, de vuestro dios personal, a través de su limitado yo humano”


Terminan el comentario de este apartado en la antología, diciendo que el tema del dar y recibir es uno de los motivos centrales no sólo de la obra del escritor, sino de su vida y sus relaciones, y encuentra su expresión más completa hacia el final de su vida.





                                                                http://diarioximpersonal.blogspot.com.es/2012/05/blog-post.html






SOBRE EL DAR




Entonces, un hombre rico dijo: “Háblanos del dar”. Y él contestó: “Dais, pero muy poco cuando dais vuestros bienes. Es cuando dais algo de vosotros mismos que realmente dais.
Pero ¿qué son vuestras posesiones sino cosas que conserváis y guardáis por miedo a que pudierais necesitarlas mañana?

Y mañana, ¿qué traerá el mañana al perro demasiado previsor que entierra huesos en la arena sin huellas mientras sigue a los peregrinos hacia la ciudad santa?

¿Y qué es el miedo a la necesidad sino la necesidad misma?

¿No es, en realidad, el terror a la sed, cuando el manantial esté lleno, la sed verdaderamente insaciable?

“Hay quienes dan poco de lo mucho que tienen, y lo dan buscando el reconocimiento, de modo que su oculto deseo hace que sus regalos sean desagradables. Y hay quienes tienen poco y lo dan todo. Estos son los que creen en la vida y en la recompensa que ésta ofrece, y su cofre nunca está vacío.

Hay quienes dan con alegría y esa alegría es su premio. Y hay quienes dan con dolor y ese dolor es su bautismo.

Y hay quienes dan y no conocen el dolor de dar, ni buscan la alegría, ni dan con la conciencia de la virtud.

Dan como el mirto que despliega su fragancia en el espacio del hondo valle.

A través de las manos de los que son así, Dios habla, y desde el fondo de sus ojos sonríe sobre la tierra.

Es bueno dar cuando se ha pedido, pero es mejor dar sin haber pedido a través de la comprensión.

Y, para la mano abierta, la búsqueda de aquel que recibirá es un gozo mayor que el dar.

¿Y hay algo que pudierais ocultar?

Todo lo que tenéis será algún día dado.

Por lo tanto, dad ahora que el tiempo de dar puede ser vuestro y no de vuestros herederos.

Con frecuencia decís: “Daría, pero solo al que lo mereciera”.
Los árboles  en vuestro huerto no hablan así, ni los rebaños en vuestra pradera. Ellos dan para poder vivir, ya que retener es perecer. Sin duda, todo aquel que merece recibir sus días y noches merece todo lo demás de vosotros. Y aquel que mereció beber el océano de la vida merece llenar su copa de vuestro pequeño arroyo.

¿Y cuál sería el mérito mayor que el de aquel que se encuentra en el valor y en la confianza, no en la caridad del recibir?

¿Y quienes sois vosotros para que los hombres os muestren su seno y descubran su orgullo de modo que podáis ver su valía desnuda y su imperturbable orgullo?

Ved primero que vosotros mismos merecéis ser un dador y un instrumento del dar.


Porque, en verdad, es la vida la que da la vida, mientras que vosotros, que os creéis dadores, no sois sino testigos.

“Y vosotros, los que recibís –y todos vosotros recibís- no asumáis el peso de la gratitud, no sea que coloquéis un yugo sobre vosotros mismos y sobre quien os da.

Alzaos, mejor, junto a la persona que os da sobre sus regalos como sobre unas alas. Porque ser conscientes de vuestra deuda es dudar de la generosidad de aquel que tiene el corazón libre de la tierra como madre y a Dios como padre”.




De El profeta, 1923


















































lunes, 13 de octubre de 2014

ALEJANDRO JODOROWSKY (I)

                       



                     “La raza humana tiene un papel fundamental: contribuir a la perfección del universo”







Me encanta Alejandro, todo lo que escribe, pero sobre todo, escucharlo. Me transmite mucha energía, y me gusta la gente que transmite tanta confianza, tanta  paz.
Hoy haré una breve descripción de su biografía pero, sin duda, hablaré más veces de él y pondré alguno de sus interminables vídeos.

Alejandro Jodorowsky Prullansky nace en Tocopilla, Chile, el 17 de Febrero de 1929. Multifacético, dedica su vida a la escritura (novelista, poeta, ensayista y dramaturgo), historietista, director teatral y de cine, actor, guionista, marionetista, mimo, compositor de bandas sonoras, pintor y escenógrafo en cine, escultor, dibujante, psicoterapeuta, instructor del tarot y sanador psicomágico. Éste último aspecto, es su faceta más divulgada; la psicomagia es una técnica que conjuga los ritos chamánicos, el psicoanálisis y el teatro, y lo que pretende es provocar en los pacientes una catarsis de curación.
Importante destacar que fue fundador, junto a Fernando Arrabal y Roland Topor, del Grupo “Pánico”.

Tiene doble nacionalidad, chilena y francesa, ya que a la edad de veinticuatro años decide quemar todas sus fotos e irse de Chile. Vivirá en París en 1953, unos quince años en México (entre 1972-1974 en New York) y desde finales de 1974, en Francia.

No creo que tenga la oportunidad de verlo en directo, pero si algún día vuelvo a París, me encantaría ir  a visitar"La Téméraire", un café en el que da sus clases de tarot y conferencias sobre sus técnicas psicosomágicas.

Casado con la pintora y diseñadora francesa Pascale Montandon.y padre de cinco hijos, uno de ellos fallecido, su hija Eugenia, el actor y director teatral, Brontis;  Cristobal, psicochaman y protagonista de las películas Santa Sangre y Quantum Men, y Adam, músico, conocido con el nombre artístico de Adanowsky.

Ahí os lo dejo; espero que lo disfrutéis tanto como yo; pongo un vídeo en el que se le entrevista y un fragmento de "La danza de la realidad", una película que él mismo dirigió, y que es una de mis tareas pendientes, 



                                             http://youtu.be/vxBZv9HyUAU





                                                  PALABRAS PARA UNA BUENA VIDA



“Los milagros son comparables a las piedras: están por todas partes ofreciendo su belleza y casi nadie les concede  valor. Vivimos en una realidad donde abundan los prodigios, pero ellos son vistos solamente por quienes han desarrollado su percepción. Sin esa sensibilidad todo se hace banal, al acontecimiento maravilloso se le llama casualidad, se avanza por el mundo sin esa llave que es la gratitud. Cuando sucede lo extraordinario se le ve como un fenómeno natural, del que, como parásitos, podemos usufructuar sin dar nada a cambio. Mas el milagro exige un intercambio: aquello que me has dado debo hacerlo fructificar para otros. Si no se está unido no se capta el portento. Los milagros nadie los hace ni los provoca, se descubren. Cuando aquel que se creía ciego se quita los anteojos oscuros, ve la luz. Esta oscuridad es la cárcel racional”

                                                                                                                 La danza de la realidad,

                                                                                                                ALEJANDRO JODOROWSKY


lunes, 6 de octubre de 2014

JOSE AGUSTIN GOYTISOLO (1)




No sabía de qué hablar en la entrada de hoy, y dio la casualidad de que ayer cogí  el libro “La buena vida” de Alex Rovira, y comenzaba con este poema, y cuando empecé a leerlo me di cuenta de que me sonaba. Pero no ha sido hasta que no he escuchado la canción, hasta  no darme cuenta de que era uno de los poemas preferidos de mi tía Marina, y de que me lo había mandado en más de una ocasión, en su intento constante de siempre hacerme seguir adelante. Me había limitado a escucharla, y no sabía quién lo había escrito, y cómo todo lo que me mandaba era interesante y digno de leerse, he decidido investigar un poco por qué lo escribió  su autor, y compartirlo.

José Agustín Goytisolo, de cuya biografía hablaremos en otro momento, escribió un poema a su hija, que se convirtió en uno de sus más exitosas creaciones. Parece un intento de darle el aliento y la fuerza por vivir, un esfuerzo que él mismo no consiguió lograr; como muchos de los "grandes" que paradógicamente a aquello que escriben, no consiguen dar un sentido a su propia vida, y deciden desistir. Dicho escritor tiene una gran predilección por su madre, que se llamaba Julia, y que muere víctima de un bombardeo; en su honor, decide ponerle el mismo nombre a su hija, y dedicarle el siguiente poema.

La versión de su suicidio, sin embargo, aunque es la más creída, no puede corroborarse como cierta; para su familia fue un accidente, y su muerte fue debida a su caída desde una ventana. Como siempre, dejemos margen a la duda.




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PALABRAS PARA JULIA


Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.

Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.

Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.

Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.

Entonces siempre acuérdate
de lo que yo un día escribí
pensando en ti como ahora pienso.

La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.

Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.

Pero cuando yo te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.

Tu destino está en los demás
tu futuro es la propia vida
tu dignidad es la de todos.

Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre tus canciones.

Entonces siempre acuérdate
de lo que yo un día escribí
pensando en ti
como ahora pienso.
Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.

La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.

Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.

Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.

Y siempre, siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.


Os dejo las versiones que más me han gustado. La primera, más clásica, la segunda, flamenquita, y la tercera, más cañera, pero todas, a mi gusto, geniales.


























lunes, 29 de septiembre de 2014

OCTAVIO PAZ





Yo no escribo para matar el tiempo
ni para revivirlo.
Escribo para que me viva y me reviva






RELÁMPAGO EN REPOSO



Tendida,
piedra hecha de mediodía,
ojos entrecerrados donde el blanco azulea,
entornada sonrisa.
Te incorporas a medias y sacudes tu melena de león.
Luego te tiendes,
delgada estría de lava en la roca,
rayo dormido.
Mientras duermes te acaricio y te pulo,
hacha esbelta,
flecha con que incendio la noche.

El mar combate allá lejos con espadas y plumas.



                                                        ♦ ♦ ♦




TUS OJOS


Tus ojos son la patria del relámpago y de la lágrima,
silencio que habla,
tempestades sin viento, mar sin olas,
pájaros presos, doradas fieras adormecidas,
topacios impíos como la verdad,
otoño en un claro del bosque en donde la luz canta en el hombro de un árbol y son pájaros todas las hojas,
playa que la mañana encuentra constelada de ojos,
cesta de frutos de fuego,
mentira que alimenta,
espejos de este mundo, puertas del más allá,
pulsación tranquila del mar a mediodía,
absoluto que parpadea,
páramo.


                                                          ♦ ♦ ♦


ESCRITO CON TINTA VERDE


La tinta verde crea jardines, selvas, prados,
follajes donde cantan las letras,
palabras que son árboles,
frases que son verdes constelaciones.

Deja que mis palabras, oh blanca, desciendan y te cubran
como una lluvia de hojas a un campo de nieve,
como la yedra a la estatua,
como la tinta a esta página.

Brazos, cintura, cuello, senos,
la frente pura como el mar,
la nuca de bosque en otoño,
los dientes que muerden una brizna de yerba.

Tu cuerpo se constela de signos verdes
como el cuerpo del árbol de renuevos.
No te importe tanta pequeña cicatriz luminosa:
mira al cielo y su verde tatuaje de estrellas.



                                                                              Angelestelar.blogspot.com







lunes, 14 de julio de 2014

ANA MONTOJO



ANA MONTOJO



Ana Montojo se inició en la poesía el año 93, asistiendo al taller que por entonces dirigía en la Casa de la Cultura, Carmen Conde, de Majadahonda, el poeta Enrique Gracia Trinidad.
Transcribo cómo se la presenta en su libro “La Niebla del tiempo”:

“Aunque en ocasiones enfoca su mirada a la sociedad que la rodea, al dolor y a la soledad consustancial del ser humano, su poesía es básicamente intimista y de introspección, desgarrada e impúdica hasta constituir un verdadero striptease emocional a través del cuál libera cualquier desasosiego interior. Quizá por eso, porque trabaja sobre sentimientos universales y comunes a todos los mortales, en su poesía nos podemos reconocer todos y tal vez ahí resida su principal atractivo; aunque a veces es un espejo demasiado explícito en el que no nos gusta vernos”







Si pudiera vivir nuevamente mi vida
en la próxima trataría de cometer más errores

(Jorge Luis Borges)


Yo, al revés que el poeta, cometí
casi tantos errores como pude,
si por error se entiende
dejar el corazón a la intemperie,
expuesto a toda suerte de peligros
salvo el de ser feliz y acostumbrarme.

A gala tengo
haberme equivocado muchas veces
sin haber aprendido casi nada,
y permitirme el lujo de estrenar
en cada amanecer
una nueva derrota reluciente.

He bebido el ahora de manera insensata;
como si cada día fuera el último
del resto de mi vida
y el futuro tan solo se tratase
de un incierto espejismo.

Hice mal casi todo lo importante:
Nno ahorré ni una peseta,
fumé, no hice deporte,
y hasta me enamoré de algún extraterrestre
sin requerir informes de solvencia.

Tuve hijos
y no los preparé para el mañana;
me limité a quererlos mucho más
de lo que hubiera sido razonable.

Y aquí estoy
instalada de golpe en el futuro
sin chaleco antibalas, sin fortuna,
sin refugio antiatómico siquiera
que pueda protegerme
de la lluvia de abril y de tus ojos.
                                                                              ♠♠♠








Te lo regalo todo.
La mañana sin horas
Y la gota de escarcha que persigo
por el cristal  helado.

El gorrión insolente que se empeña
En volver a inventar la primavera
Cuando febrero engaña a los almendros.

Te regalo este día
Que se abre a mis sentidos
Aunque sé que hoy tampoco
Lograré seducirle.

Te regalo la noche interminable
Y el alba sin tu cuerpo
Declarándose en huelga a mi costado.

La música que habita mi silencio,
Los fantasmas que pueblan mis rincones,
La edad que me recorre todo el cuerpo,
La que soy, la que fui, la que no seré nunca.

No se me ocurre nada mejor con qué comprarte.
Nada más codiciable que el otoño
Que no hiela aún la piel del alma.


♠♠♠

Ignoro en qué momento
Comencé a perder pie donde pisaba,
Cuando me transformé
En la mujer que anda algunos pasos
Por delante de mí,
Sin volver la cabeza.
Yo no puedo alcanzarla.

La que fui no regresa
Y la que soy a veces corre tanto
Que se me escapa.

Y me quedo perdida, tan lejos de las dos,
Equidistante,
Confiando en que acojas
A la que junto a ti llegue en mi nombre.
















lunes, 30 de junio de 2014

HISTORIA PERSA



“La vida plena no consiste en desconocer, negar o ignorar esos aspectos de nosotros que pueden parecerles negativos o feos a algunos. la vida es bienestar y salud íntegra, suma y armoniza lo que somos en un todo .Aún suponiendo que nuestro egoísmo, ese sentimiento tan denigrado que nos obliga a pensar en nosotros mismos, fuera un aspecto carente de belleza de nuestro ser, nuestra actitud no debería ser negarlo, ocultarlo u olvidarlo; más bien canalizarlo hacia un lugar mejor”

JORGE BUCAY



♣ ♣ ♣ ♣


En un antiguo reino, nació una vez una princesa. Su madre, la reina, quedó maravillada al ver la belleza de la niña. Especialmente adorables les parecieron sus pequeñísimas y delicadas extremidades; sus piececitos, diminutos, con dedos que parecían botones rosados regordetes, y las pequeñas y suaves manos. Pero en cuanto tomó las manitas de la niña entre las suyas, notó algo que escapaba de la idea que tenía de la belleza y la armonía: el segundo dedo de la mano izquierda era unos milímetros más largo que lo esperados. Miró con detenimiento ambas manos y confirmó que “el defecto” solo estaba en la izquierda; la mano derecha era absoluta y totalmente “perfecta”, bella y armónica.





La reina llamó a médicos, magos y sabios del reino para preguntarles qué se debía hacer para solucionar el problema de la mano “deforme”. En realidad, ninguno de ellos veía deformidad alguna en la mano izquierda de la princesa, pero, ante la insistencia de la soberana y el temor a su ira, terminaron por aceptar que, si bien era cierto que ese dedo sobresalía demasiado entre los demás, afortunadamente estaba en la mano izquierda, que era la que menos se usaba, y pusieron todo el énfasis en que la mano derecha era un emblema de la hermosura.

Después de escucharles, la reina decidió, como solía hacer con todas las cosas que le molestaban, que aquella pequeña mano izquierda no pertenecía al cuerpecito armónico de su hermosa hija, y declaró para sus adentros, y en cualquier circunstancia, que la mano izquierda simplemente no existía. A partir de aquel momento, la ignoró por completo y para siempre.

A la hora del baño, la reina ponía especial cuidado en enjabonar la mano derecha de la niña, y luego limpiaba suavemente los cinco pequeños dedos, uno a uno, mientras la mano izquierda permanecía en la bañera, bajo el agua, olvidada. La reina solía llenar de besos a la princesa y se demoraba especialmente en la mano derecha, besándola y acariciándola; la izquierda no recibía ni un solo mimo. Las criadas cortaban con delicadeza las uñas de la criatura, pero tenían instrucciones precisas de ignorar las de la mano izquierda, que se iban quebrantando y deteriorando a medida que la princesa se golpeaba aquella mano inerte contra las columnas y los muebles del palacio, cada vez con menos conciencia de su existencia.

Cuando la niña fue un poco mayor, su madre le regaló una hermosa pulsera de oro adornada con rubíes y esmeraldas que ella misma colocó, por supuesto, en la muñeca derecha de la princesa. Con el tiempo, la joven se convirtió en una virtuosa de la cítara y el piano, en una soberbia costurera y bordadora. Todos aquellos que la contemplaban quedaban boquiabiertos  ante la gracia y precisión de sus movimientos sobre el teclado del piano, al ver cómo rasgaba las cuerdas de la cítara, cómo enhebraba el hilo, manejaba la aguja y sostenía la tela solo con su mano derecha, mientras la izquierda colgaba inmóvil al lado del cuerpo.

Un día, mientras la princesa cabalgaba por las tierras del reino, una tormenta la sorprendió lejos del palacio. El cielo se tornó gris de pronto y los truenos comenzaron a estallar. El caballo se encabritó, dio un brinco y, sorprendida  por el brusco movimiento, la princesa se vio obligada a soltar las riendas. El animal avanzaba desbocado y la princesa apenas conseguía esquivar las ramas de los árboles mientras trataba inútilmente de sujetar las riendas de nuevo. El caballo, espoleado por los truenos, emergió de entre los árboles y galopó ciegamente hacia un barranco. Poco después, ambos cayeron al vacío. En un reflejo automático, la princesa logró asirse a una gruesa raíz y detuvo la caída. No estaba lejos de la superficie del risco y había varias raíces más entre ella y el borde del acantilado. Sin embargo, no había ningún lugar donde apoyar sus pies; si su mano derecha soltaba la raíz, al no tener otro punto de sostén, caería sin remedio.



Y entonces surgió en ella un recuerdo que parecía venir de otra vida. El recuerdo de una parte de sí misma que había olvidado. El recuerdo de su mano izquierda. Con dificultad, llevó la atención primero a su brazo, luego a la palma de la mano y, por fin, a los dedos. Haciendo un esfuerzo de concentración, intentó cerrarla formando un puño. El dolor fue intenso. Los dedos apenas se movían y su piel se resquebrajaba en el intento, pero la joven perseveró.

Finalmente consiguió levantar su brazo hasta que la mano izquierda estuvo cerca de una raíz que sobresalía más arriba y cerró sus dedos alrededor de ella con toda la fuerza de la que aquellos músculos atrofiados fueron capaces. Con confianza, soltó la raíz que sujetaba con su mano derecha para agarrarse a una tercera. Tuvo que repetir esos movimientos un par de veces más, aunque cada vez era un poco más fácil que la anterior. Cuando llegó al borde del risco y trepó hasta estar a salvo, la princesa miró su mano, despreciada y olvidada, con amor y gratitud. No solo se dio cuenta de que existía, sino que además, apreció el punto de hermosura de aquella quebrada línea de simetría que le daba su dedo, largo y estilizado.


HISTORIA PERSA




domingo, 27 de abril de 2014













                                                                                                      A Elena,



                                                     Para que todos tus días se tiñan de violeta





Dijo Gabriel García Márquez que un verdadero amigo es 
quien te toma de la mano y te toca el corazón.

Gracias por cogerme de las manos
y juntarlas cuando mis dedos quieren desviarse.
Por lograr, muchas veces, rozarme el corazón,
y hacer que éste vuelva a bombear con fuerza ;
le convences,a menudo, de que existe más...

Gracias por no juzgarme nunca,
por tu tacto al decir las cosas,
por tu sinceridad y tus risas.

Por conocer mis cambios de humor y aguantarlos,
silenciosa,
sabiendo que éstos pasan,
y que,en realidad,
sólo quiero que guardes silencio.

Por escuchar mis desahogos, 
limitarte a un “no te conocen”
Por la  seguridad y la impagable tranquilidad
de sentir
que hay alguien que sí lo hace.

Hay personas mágicas en mi vida
que se empeñan  en hacer
que ésta merezca la pena.
Gracias por recordarme
que una de ellas
eres tú.






                                                                                                                           www.fondosni.com









domingo, 20 de abril de 2014

BIENVENIDA. ( MARIO BENEDETTI, 3)











BIENVENIDA




Se me ocurre que vas a llegar distinta 
no exactamente más linda
ni más fuerte
ni más dócil
ni más cauta
tan solo que vas a llegar distinta
como si esta temporada de no verme
te hubiera sorprendido a vos también
quizá porque sabes
cómo te pienso y te enumero

después de todo la nostalgia existe
aunque no lloremos en los andenes fantasmales
ni sobre las almohadas de candor
ni bajo el cielo opaco

yo nostalgio
tu nostalgias
y cómo me revienta que él nostalgie

tu rostro es la vanguardia
tal vez llega primero
porque lo pinto en las paredes
con trazos invisibles y seguros

no olvides que tu rostro
me mira como pueblo
sonríe y rabia y canta
como pueblo
y eso te da una lumbre
inapagable
ahora no tengo dudas
vas a llegar distinta y con señales
con nuevas
con hondura
con franqueza

sé que voy a quererte sin preguntas
sé que vas a quererme sin respuestas.





(Mario Beneddetti)


domingo, 6 de abril de 2014

TUS ZONAS ERRÓNEAS (I)





TUS ZONAS ERRÓNEAS
W. Dyer



CAPÍTULO I. HACIÉNDOTE CARGO DE TI MISMO



La esencia de la grandeza radica en la capacidad de optar por la propia realización personal en circunstancias en que otras personas optan por la locura.



Mira por encima de tu hombro. Te darás cuenta de que tienes a tu lado un compañero que te acompaña constantemente. A falta de un nombre mejor llámalo (Tu-Propia-muerte.) Puedes tener miedo a este visitante o usarlo en tu propio beneficio. De ti depende la elección.
Siendo la muerte una propuesta tan eterna y la vida tan increíblemente breve, pregúntate a ti mismo: "¿Debo evitar hacer las cosas que realmente quiero hacer?", "¿Viviré mi vida como los demás quieren que la viva?". Lo más probable es que tus respuestas se puedan resumir en unas pocas palabras: Vive... Sé tú mismo... Goza... Ama.

Puedes temer tu propia muerte de forma negativa o usarla para ayudarte a vivir de modo positivo. Escucha al Iván Ilich de Tolstoi mientras espera al gran nivelador, contemplando un pasado completamente dominado por los demás, una vida en la que había desistido de ser dueño de sí mismo a fin de encajar en el sistema.
"¿Y si toda mi vida ha sido una equivocación qué?" Se le ocurrió que lo que antes le había parecido completamente imposible, especialmente el hecho de que no había vivido como debería haberlo hecho podría después de todo ser verdad. Se le ocurrió que sus impulsos vitales, reprimidos brutalmente por sí mismo apenas los había experimentado, podrían haber sido lo único verdadero y real de su vida, y todo lo demás falso. Y sintió que sus obligaciones profesionales y toda la organización de su vida y de su familia, todos sus intereses sociales y oficiales, todo eso podría haber sido falso. Trató de defenderse y justificarse ante sí mismo y de pronto sintió cuán débil era lo que estaba defendiendo y justificando. No había nada que defender..."

La próxima vez que tengas que decidir acerca de tu propia vida, que tengas que hacer una elección personal, hazte una pregunta muy importante:
"¿Cuanto tiempo voy a estar muerto?" Ante esa perspectiva eterna, puedes decidir ahora lo que prefieres, lo que eliges, y dejar a los que siempre estarán vivos las preocupaciones, los temores, la cuestión de si te lo puedes permitir y la culpabilidad.
Si no empiezas a actuar de esta manera, ya puedes formularte la posibilidad concreta de vivir toda tu vida tal como los demás piensan que debería ser. Ciertamente si tu estancia en la tierra es tan corta debería ser por lo menos agradable. En pocas palabras, se trata de tu vida; haz con ella lo que tú quieres.




domingo, 30 de marzo de 2014

LA REBELIÓN DE LAS MASAS. José Ortega y Gasset. (I)






“Este libro --suponiendo que sea un libro—data…Comenzó a publicarse en un diario madrileño en 1926, y el asunto de que trata es demasiado humano para que no le afecte demasiado el tiempo”




LA  REBELIÓN DE LAS MASAS


Hoy vamos a ver un poco de “La rebelión de las masas”, de Ortega y Gasset. Me lo regaló mi tía por mi cumpleaños, y la verdad es que lo poco que llevo leído me ha parecido muy interesante (por cierto, me ha encantado la dedicatoria, gracias…)

En el Prólogo para franceses habla de algo que creo que nos ocurre a todos nosotros: la incapacidad de decir todo lo que queremos decir a través de la palabra. Sabemos lo difícil que es expresar, casi siempre, lo que sentimos, lo que pensamos…por ello nos parecen mágicos los poetas: porque son capaces, muchas veces, de expresar todo de manera que sentimos que lo que se ha dicho es, nada más y nada menos, que lo que se pretendía decir.





Sin más, transcribo lo que me ha parecido más interesante de este capítulo:


Lo de menos es que el lenguaje sirva también para ocultar nuestros pensamientos, para mentir. La mentira sería imposible si el hablar primario y normal no fuera sincero. La moneda falsa circula sostenida por la moneda sana. A la postre, el engaño resulta ser un humilde parásito de la ingenuidad. No; lo más peligroso de aquella definición es la añadidura optimista con que solemos escucharla. Porque ella misma no nos asegura que mediante el lenguaje podamos manifestar, con suficiente  adecuación, todos nuestros pensamientos. No se compromete a tanto, pero tampoco nos hace ver francamente la verdad estricta: que siendo al hombre imposible entenderse con sus semejantes, estando condenado a radical soledad, se extenúa en esfuerzos por llegar al prójimo. De estos esfuerzos es el lenguaje quien consigue a veces declarar con mayor aproximación algunas de las cosas que nos pasan dentro. Nada más. Pero de ordinario, no usamos estas reservas. Al contrario, cuando el hombre se pone a hablar lo hace porque  cree que va a poder decir cuanto piensa. Pues bien, esto es lo ilusorio. El lenguaje no da para tanto. Dice, poco más o menos, una parte de lo que pensamos y pone una valla infranqueable a la transfusión del resto…Dóciles al prejuicio inveterado de que hablando  nos entendemos, decimos y escuchamos tan de buena fe que acabamos muchas veces por malentendernos mucho más que si, mudos, procurásemos adivinarnos.

…Por eso yo creo que un libro sólo es bueno en la medida en que nos trae un diálogo latente, en que sentimos que el autor sabe imaginar concretamente a su lector y éste percibe como si de entre las líneas saliese una mano ectoplásmica que palpa su persona, que quiere acariciarla –o bien muy cortésmente, darle un puñetazo. Se ha abusado de la palabra y por eso ha caído en desprestigio. Como en tantas otras cosas ha consistido aquí el abuso en el uso sin precauciones, sin conciencia de la limitación del instrumento. Desde hace casi dos siglos se ha creído que hablar era hablar urbi et orbi, es decir, a todo el mundo y a nadie. Yo detesto esta manera de hablar y sufro cuando no sé concretamente a quién hablo.

En las notas de este primer capítulo se dice que los temas habituales de los escritos de Ortega son el carácter utópico e ilusorio del habla y el lenguaje, la imposibilidad de una comunicación plena, o la idea de que “el habla se compone todo de silencios”. Dice también en diferentes de sus obras cosas como: “Hablar es una faena ilusoria y utópica “ o que “ el  lenguaje es un utensilio tosquísimo que no cumple lo que promete…hablar es casi siempre no entenderse, intento que es fracaso de sí mismo, utópico afán.”

“Hablar es una faena ilusoria y utópica, que no se logra nunca suficientemente –esto es, que lo que ingenuamente nos proponemos cuando hablamos, a saber, comunicar a los prójimos nuestros pensamientos, no lo conseguimos nunca por completo. Es el sino inevitable de todo lo verdaderamente humano que el hombre hace, mejor dicho, que el hombre intenta hacer Porque todo lo propiamente humano que el hombre se propone es, por esencia, imposible”

“Todo esto es lo que expreso diciendo una perogrullada, tan grande como fecunda, a saber: que mi vida es intransferible, que cada cual vive por sí solo –o lo que es igual, que vida es soledad, radical soledad. Y, sin embargo, o por lo mismo, hay en la vida un afán indecible de compañía, de sociedad, de convivencia”








“La soledad radical de la vida humana, el ser del hombre, no consiste, pues, en que no haya realmente más que él. Todo lo contrario: hay nada menos que el universo con todo su contenido”