domingo, 18 de agosto de 2013

JORGE BUCAY (2)




Jorge Bucay nació en el barrio de Floresta, Buenos Aires, el 30 de octubre de 1949. Es escritor, terapeuta gestáltico y psicodramatista.

En 1973 se gradúa como profesor en la misma Universidad de Buenos Aires y se especializa en enfermedades mentales en el servicio de Interconsulta del Hospital Pirovano de Buenos Aires y en la Clínica Santa Mónica del partido bonaerense de Vicente López, completando su formación como terapeuta en Chile y en Estados Unidos.
Me encanta Jorge Bucay, porque tiene cuentos que ayudan a superarse en todos los aspectos humanos. Hay muchos grandes psicólogos, miles de libros de autoayuda, pero creo que él tiene una forma particular de enseñar a través de la literatura, y ello hace que ejerza un gran poder en quien lo lee. Aparte de su gran formación, parece que su misma vida le ha enseñado a la manera de acercarse a las personas y ayudarlas a seguir. Fue vendedor ambulante de calcetines, de libros, de ropa, agente de seguros, taxista, payaso, almacenero, educador, actor, médico de guardia, animador de fiestas infantiles, psiquiatra, coordinador de grupos, columnista de radio, conductor de televisión y psicoterapeuta de parejas y adultos. Debemos darle gracias por todo lo que ha escrito y por todo lo que le queda por hacer.

Os dejo con dos de sus textos. Espero que os gusten. Me despido hasta el lunes 16 de Septiembre.
Qué disfrutéis lo que queda del verano.







¿CÓMO CRECER?


Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo .El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el pino. Volviéndose al pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la vid. Y la vid se moría porque no podía florecer como la rosa. La rosa lloraba porque no podía ser alta y sólida como el Roble. Entonces encontró una planta, una fresia, floreciendo y más fresca que nunca .El rey preguntó:
¿Cómo es que creces saludable en medio de este jardín mustio y sombrío? No lo sé. Quizás sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías fresias. Si hubieras querido un Roble o una Rosa, los habrías plantado. En aquel momento me dije: "Intentaré ser Fresia de la mejor manera que pueda".Ahora es tu turno. Estás aquí para contribuir con tu fragancia. Simplemente mírate a vos mismo .No hay posibilidad de que seas otra persona .Podes disfrutarlo y florecer regado con tu propio amor por vos, o podes marchitarte en tu propia condena...







ANIMARSE A VOLAR


..Y cuando se hizo grande, su padre le dijo:
-Hijo mío, no todos nacen con alas. Y si bien es cierto que no tienes obligación de volar, opino que sería penoso que te limitaras a caminar teniendo las alas que el buen Dios te ha dado.
-Pero yo no sé volar – contestó el hijo.
-Ven – dijo el padre.
Lo tomó de la mano y caminando lo llevó al borde del abismo en la montaña.
-Ves hijo, éste es el vacío. Cuando quieras podrás volar. Sólo debes pararte aquí, respirar profundo, y saltar al abismo. Una vez en el aire extenderás las alas y volarás...
El hijo dudó.
-¿Y si me caigo?
-Aunque te caigas no morirás, sólo algunos machucones que harán más fuerte para el siguiente intento –contestó el padre.
El hijo volvió al pueblo, a sus amigos, a sus padres, a sus compañeros con los que había caminado toda su vida.
Los más pequeños de mente dijeron:
-¿Estás loco?
-¿Para qué?
-Tu padre está delirando...
-¿Qué vas a buscar volando?
-¿Por qué no te dejas de pavadas?
-Y además, ¿quién necesita?
Los más lúcidos también sentían miedo:
-¿Será cierto?
-¿No será peligroso?
Los más lúcidos también sentían miedo:
-¿Será cierto? 
-¿No será peligroso?
-¿Por qué no empiezas despacio? 
-En todo caso, prueba tirarte desde una escalera.
-...O desde la copa de un árbol, pero... ¿desde la cima? 

El joven escuchó el consejo de quienes lo querían.
Subió a la copa de un árbol y con coraje saltó... 
Desplegó sus alas. 
Las agitó en el aire con todas sus fuerzas... pero igual... se precipitó a tierra.

.. Con un gran chichón en la frente se cruzó con su padre: 
-¡Me mentiste! No puedo volar. Probé, y ¡mira el golpe que me di!. No soy como tú. Mis alas son de adorno... – lloriqueó. 
-Hijo mío – dijo el padre – Para volar hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen. 
Es como tirarse en un paracaídas... necesitas cierta altura antes de saltar. 

Para aprender a volar siempre hay que empezar corriendo un riesgo.
Si uno quiere correr riesgos, lo mejor será resignarse y seguir caminando como siempre.



¿Y tú, a qué le tienes miedo?
¿Qué es lo que te impide lograr lo que deseas?
Recuerda que el principal obstáculo para lograr lo que deseamos, es nuestro propio miedo, pero siempre podemos vencerlo.
Valiente no es aquel que nunca tiene miedo, sino aquel que actúa a pesar de él.











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