lunes, 27 de mayo de 2013

CHARLES PERRAULT (I)











Charles Perrault  nació en París, el 12 de enero  de 1628  y murió en el mismo lugar el 16 de mayo de 1703. Fue un escritor especialmente  conocido por haber dado forma literaria a cuentos clásicos infantiles y tan conocidos como puedan ser Caperucita Roja o El gato con botas. Hay que señalar que estos cuentos no han llegado a nuestros oídos de la misma manera de la que eran originarios. Asombraría la crudeza con la que ellos se transmitían en sus orígenes de forma oral. Perrault los atempera, de manera que pueden ser mucho más idóneos para el público infantil al que van destinados, en su mayoría.

Venía de familia adinerada; su padre, Pierre, era abogado, y todos sus hermanos fueron distinguidos por algo.Charles comenzó a estudiar literatura en el Collège de Beauvais, hasta que, rebelde y seguro de sí mismo,  decidió pelearse con sus maestros, que finalmente le permitieron  que se encargara él mismo de sus estudios.

Obtuvo su título de licenciado en derecho en Orleans en 1651 (otro más…), y marchó a París .En 1654 su hermano fue nombrado intendente jefe de las construcciones reales y Charles  se convirtió en su secretario.
Empezó a ganar reputación literaria aproximadamente en  1660 con algunos versos ligeros y poesías amorosas. A partir de ahí  dedica el resto de su vida al estudio de la literatura y las artes.

Por hoy lo dejamos aquí, y en la próxima entrada haremos mención a los aspectos más importantes de su vida.

Vamos a leer uno de sus cuentos. Es muy divertido, refleja la vanidad de los hombres, a los que a veces nuestra ambición nos hace perder importantes oportunidades.

Hago a una alusión al Dios Júpiter, para quien no se acuerde de cuál era el papel de este Dios de la mitología: Hijo de Saturno y Ops, fue la deidad suprema de la tríada capitolina integrada además por su hermana y esposa, Juno, y su hija, Minerva. Como a todo Dios de la mitología, se le representa con sus atributos que son el  águila, el rayo y el cetro.  En la mitología griega es conocido como Zeus.

En sus orígenes, a Júpiter se le considera dios del cielo y,  por tanto, se le asocia con el clima  y los ciclos agrarios. Por ello, el autor le ha escogido en la historia del aldeano. Posteriormente  fue protector de la confederación de ciudades latinas, hasta que con el tiempo adoptó atributos acordes al Estado romano, la justicia, las leyes, y el mundo del derecho en general.



Que lo disfrutéis. Un beso y hasta la semana próxima.




                                        Imagen de un cuadro del pintor Juan Pedro López Ramos



Los deseos ridículos


Vivió en una aldea de Francia, hace muchos años, un pobre campesino a quien la suerte castigaba de todas maneras. Trabajo que comenzaba, trabajo que terminaba por ser un fracaso. Si sembraba las tierras, era seguro que el viento o las heladas tronchaban los débiles tallos de las plantas antes de que llegasen a su total madurez. Si se dedicaba a la ganadería, alguna epidemia diezmaba sus rebaños. Aunque su buena disposición de ánimo hacía que se esforzara por sobrellevar los contratiempos, no siempre conseguía vencer a la desesperación. Y como es humano que suceda, terminó por hablar solamente de su mala suerte y no abrir la boca sino para renegar de ella.

    ¡Será posible — se decía — que mientras otras personas ven compensada su vida por igual cantidad de éxitos y fracasos, yo no pueda, cuando menos, decir lo mismo! ¡Será posible que haya otro como yo que jamás en su vida haya visto satisfecho un deseo!

Muchas mañanas, cuando la aurora anunciaba la próxima salida del sol, se levantaba de su rústica cama dispuesto a no salir de la casa.
— ¿Para qué he de salir —dialogaba consigo mismo—, si sé que, haga lo que haga,
no lo llevaré a buen término?
Pero en seguida, pensando que tal vez su suerte cambiaría de un momento a otro, marchaba, ya a la huerta, ya al monte; dispuesto a iniciar algún trabajo. Un día que su ánimo era mejor que en otras oportunidades, se dirigió a un bosque cercano en busca de leña. Llevaba un largo rato golpeando con el hacha en el grueso tronco de un árbol cuando una luz muy fuerte hirió su vista. Llevose las manos a los ojos; luego las separó poco a poco para mirar hacia todas partes. Su sorpresa aumentó entonces al ver a su lado al dios Júpiter, el que estaba empuñando una gran cantidad de rayos y centellas, que eran lo que provocaba la inusitada claridad.

Temeroso de que la presencia del dios anunciara para él una desgracia mayor que todas las anteriores, el aldeano se arrojó al suelo y exclamó suplicante:
— ¡Señor, no me hagas daño! ¡De ahora en adelante procuraré resignarme con mi
suerte!
— Nada temas, buen hombre —respondió Júpiter—: no he venido a descargar sobre tus hombros una desgracia más. Por el contrario, considerando fundadas tus continuas quejas, deseo tratar de remediar tus males. Para ello me comprometo a concederte como gracia las tres primeras cosas que pidas. Elige, pues, lo que desees; pero piénsalo bien antes, ya que de tu pedido pueden depender la suerte y la felicidad a que aspiras.
Desapareció Júpiter y el aldeano pensó durante un largo rato si la extraña aparición no habría sido producto de su fantasía. Pero poco tardó en convencerse de que todo era muy cierto, al ver que algunas plantas se habían chamuscado al contacto con los rayos y centellas que el dios tenía en las manos. Cargó, pues, sobre los hombros varios haces de leña, y radiante de júbilo tomó el camino de su casa, deseoso de llegar cuanto antes para enterar a su esposa del extraordinario encuentro que había tenido.

Era largo el camino que conducía a su cabaña; calurosa la mañana... Pero el aldeano, pensando sólo en la felicidad que le aguardaba, no se preocupaba de los inconvenientes de la marcha. Hasta le parecía que todo era alegría en torno suyo; que aquellas mismas gentes que antes odiaba y envidiaba por su suerte, eran simpáticas y buenas. . . Lleno de un optimismo en él desconocido, llegó a su casa y empujó la puerta.

Su mujer, que no recordaba haberle visto nunca con tan buen estado de ánimo, pretendió saber la causa de su alegría, y el aldeano le contó el encuentro que había tenido con el poderoso dios Júpiter. De inmediato el matrimonio comenzó a trazar planes y proyectos. Que tal cosa era buena; que tal otra mejor. Y de esta manera, cuando creían haber dado con algo que constituiría una felicidad completa, lo desechaban pensando hallar algo mejor; lo que algunas horas antes hubiese significado para ambos un don del cielo, les parecía en ese momento que no era digno de ser solicitado. Y así, llegaron a pensar que los tres dones otorgados por el dios eran muy pocos. Tanta era la ambición que se había adueñado de sus almas.

Cuando el matrimonio comenzaba a desanimarse, la mujer exclamó:
—Se me ocurre que siendo tan poco lo que te ha concedido el dios, lo mejor es que nos tranquilicemos y que esta noche, cuando estemos acostados, lo consultemos con la almohada.
—Estoy de acuerdo contigo —respondió el aldeano—; pero antes debemos festejar el acontecimiento comiendo y bebiendo como corresponde a un matrimonio que tiene al alcance de su mano las mayores felicidades.

Dispuestos a celebrar la próxima dicha, marido y mujer se sentaron a la mesa. Comieron sobriamente, pues eran muy escasas sus provisiones, y bebieron poco y no de lo mejor, pues el vino que tenían era de bastante mala calidad. Cuando el aldeano hubo vaciado el último vaso, exclamó llevado por su insaciable apetito:
—Pienso que no está en relación con nuestra futura vida la comida que hemos tenido. No sé si es que el vinillo me ha abierto el apetito, pero te aseguro que de buena gana me comería ahora unas cuantas morcillas. Apenas dijo estas palabras, entraron por la ventana abierta, volando como palomas, una sarta de morcillas que se fue aproximando a la mesa, hasta quedar colocadas en el centro. La mujer dejó escapar un grito al comprender que la extraordinaria aparición de las morcillas respondía a la expresión del primer deseo.
— ¡Insensato! — Exclamó dirigiéndose a su esposo —, tu desmedido deseo de comer ha sido castigado. ¿A quién se le habría ocurrido pedir una sarta de morcillas en lugar de solicitar un castillo, un tesoro que nos hiciese riquísimos, o alguna otra cosa por el estilo?
Comprendió el hombre la razón de las palabras de su mujer, y no viendo ya remedio, respondió:
—Estoy de acuerdo contigo en que hice mal, pero sólo puedo reconocer mi necedad y torpeza. Te prometo que de ahora en adelante tendré mayor cuidado.




Estas palabras no llegaron a calmar el enojo de la mujer. Su mal carácter, sumado a la resignación que demostraba su esposo, la encolerizaron más. En lugar de callarse, continuó reprochando al aldeano su falta de sentido común.
—¡Tonto, más que tonto! — repetía —. ¡Pensar en comer cuando podríamos haber
sido los más ricos de la tierra!
Durante más de una hora no se oyó en la casa más que la voz de la mujer. Hablaba insensatamente repitiendo una y mil veces que su esposo era tal cosa y tal otra. Y
el aldeano, que al principio permaneciera callado, terminó por cansarse y exclamó fuera de sí:
— ¡Calla de una vez, demonio! ¡Deja de hablar de las morcillas!
Y como su esposa no le hizo caso, continuó enojado: — ¡Ojala se te prendieran a la nariz, para ver si de esa forma dejabas de hablar! En el acto, abandonando la fuente donde estaban, las morcillas describieron una vuelta en el aire y se prendieron a la nariz de la aldeana.
Dándose cuenta de que su deseo se había cumplido, el aldeano, que en el fondo era un buen hombre, se arrepintió de las palabras que acababa de pronunciar. Callada su mujer, a causa del extraordinario apéndice nasal que la adornaba, empezó a pensar: «yo pediría, como tercera gracia, ser un noble caballero, dueño de hermosísimos palacios; o el rey más poderoso de la tierra y que la reina fuese mi mujer. ¿Pero cómo es posible que ella quiera ser reina teniendo tan descomunal nariz? Seguramente que preferirá seguir siendo una aldeana humilde y pobre con una nariz normal, antes que una reina con semejante agregado en la cara. Lo mejor es que lo consulte con ella.»

Y dicho y hecho: le explicó a la aldeana cuáles habían sido sus pensamientos. La mujer, sin ánimo ya para pensar en otra cosa que no fuese ella misma, escuchó sin chistar las palabras de su esposo. Y considerando que era mejor ser aldeana linda que reina muy fea, así se lo dijo a su esposo. Entonces el aldeano solicitó mentalmente a Júpiter que volviera al estado normal la nariz de su compañera. Y de ahí que el pobre aldeano que se quejaba siempre de la mala suerte, no pudo ser rico, ni poderoso, y debió continuar viviendo en la cabaña, en lugar de habitar en un palacio, rodeado de comodidades y riquezas. Y es que en realidad, a él, como le sucede a muchos hombres, lo alucinó la ambición desmedida y no supo aprovechar la suerte que el dios Júpiter había puesto al alcance de su mano.






lunes, 20 de mayo de 2013

FÁBULAS (I)







En primer lugar vamos a ver qué exactamente una fábula. Se trata de  un género narrativo en verso o prosa que tiene un fin didáctico .En el Index motifs, catálogo de motivos de relatos folclóricos de  Antti Aarne y Stith  Thompson, las fábulas aparecen clasificadas como cuentos de animales.

Las fábulas suelen ser breves, protagonizadas por animales personificados, y contienen  una enseñanza o moraleja de carácter instructivo, que suele figurar al final del texto

Este género tiene su origen en las civilizaciones antiguas del Oriente Próximo, pero lo desarrollan aún más los escritores greco-latinos, como Esopo y Fedro. El mejor ejemplo de la literatura española de la Edad Media viene del Libro de Buen Amor, del Arcipreste de Hita, y en el siglo XVIII y lo cultivaron los escritores Tomás de Iriarte y Félix M. Samaniego.

Las fábulas suelen, a veces, confundirse con otro tipo de textos. Por ejemplo, debe aprenderse a diferenciar entre ésta y la parábola, o con un sermón panerético, pues la intención de este último es recomendar que se siga una conducta ética.

No debe confundirse tampoco con un apólogo, que es mucho más general, y en el que pueden intervenir también personajes, que pueden ser tanto animados como inanimados.
Lo que es cierto es que se trata de un género sujeto a la transmisión oral, que se ha ido manteniendo de generación en generación, y que ello le hace diferenciarse de géneros más mutables como la novela, el relato o el cuento.

No confundamos tampoco la fábula como género literario de la fábula argumental (o argumento), pues esta última es uno de los seis elementos que forman la tragedia según Aristóteles. (Junto a con los caracteres, el canto, la elocución, el pensamiento y el espectáculo) y que viene explicado en su famosa Poética.

¡Os dejo con una fábula muy chula!
Besos, y hasta la semana que viene.

                                                     ♣♣♣♣♣♣♣♣





Érase una vez un granjero que, mientras caminaba por el bosque, encontró un aguilucho malherido.
Se lo llevó a su casa, lo curó y lo puso en su corral, pronto aprendió a comer la misma comida que los pollos y a comportarse como estos.
Un día, un naturista que pasaba por allí le preguntó al granjero:
¿Por qué este águila, el rey de todas las aves y pájaros permanece encerrado en el corral con los pollos?
El granjero le contestó:
Me lo encontré malherido en el bosque, y como le he dado la misma comida que a mis pollos y le he enseñado a ser como un pollo, no ha aprendido a volar. Se comporta como los pollos y, por tanto, ya no es un águila.




El naturista dijo:
El tuyo me parece un bello gesto, haberle recogido y haberle curado y cuidado. Además le has dado la oportunidad de sobrevivir y le has proporcionado la compañía y el calor de los pollos de tu corral.
Sin embargo, tiene corazón de águila y con toda seguridad, se le puede enseñar a volar. ¿Qué te parece si le ponemos en situación de hacerlo?
No entiendo lo que me dices. Si hubiera querido volar, lo hubiese hecho. Yo no se lo he impedido
Es verdad, tú no se lo has impedido, pero como tú muy bien decías antes, como le enseñaste a comportarse como los pollos, por eso no vuela. ¿Y si le enseñáramos a volar como las águilas?.
¿Por qué insistes tanto? Mira, se comporta como los pollos y ya no es un águila, qué le vamos a hacer. Hay cosas que no se pueden cambiar.
  

 Es verdad qué en estos últimos meses se está comportando como los pollos. Pero tengo la impresión de que te fijas demasiado en sus dificultades para volar. ¿Qué te parece si nos fijamos ahora en su corazón de águila y en sus posibilidades de volar?
Tengo mis dudas, porque ¿qué es lo que cambia si en lugar de pensar en las dificultades, pensamos en las posibilidades?
Me parece una buena pregunta la que me haces. Si pensamos en las dificultades, es más probable que nos conformemos con su comportamiento actual. Pero ¿no crees que si pensamos en las posibilidades de volar esto nos invita a darle oportunidades y a probar si esas posibilidades se hacen efectivas?
Es posible.
¿Qué te parece si probamos?
Probemos
Animado, el naturista al día siguiente sacó al aguilucho del corral, lo cogió suavemente en brazos y lo llevó hasta una loma cercana. Le dijo:
Tu perteneces al cielo, no a la tierra. Abre tus alas y vuela. Puedes hacerlo.
Estas palabras persuasivas no convencieron al aguilucho. Estaba confuso y al ver desde la loma a los pollos comiendo, se fue dando saltos a reunirse con ellos. Creyó que había perdido su capacidad de volar y tuvo miedo.
Sin desanimarse, al día siguiente, el naturista llevó al aguilucho al tejado de la granja y le animó diciendo:
Eres un águila. Abre las alas y vuela. Puedes hacerlo.
El aguilucho tuvo miedo de nuevo de si mismo y de todo lo que le rodeaba. Nunca lo había contemplado desde aquella altura. Temblando, miró al naturista y saltó una vez más hacia el corral.
Muy temprano al día siguiente el naturista llevó al aguilucho a una elevada montaña. Una vez allí le animó diciendo:
Eres un águila, abre las alas y vuela.
El aguilucho miró fijamente los ojos del naturista. Éste impresionado por aquella mirada, le dijo en voz baja y suavemente:
No me sorprende que tengas miedo. Es normal que lo tengas. Pero ya veras como vale la pena intentarlo. Podrás recorrer distancias enormes, jugar con el viento y conocer otros corazones de águila. Además estos días pasados, cuando saltabas pudiste comprobar qué fuerza tienen tus alas. El aguilucho miró alrededor, abajo hacia el corral, y arriba, hacia el cielo. Entonces, el naturista lo levantó hacia el sol y lo acarició suavemente el aguilucho abrió lentamente las alas y finalmente con un grito triunfante, voló alejándose en el cielo. Había recuperado por fin sus posibilidades.







lunes, 13 de mayo de 2013

RAFAEL ALBERTI (I)





¡ Comenzamos con este vídeo!












Las tierras, las tierras, las tierras de España,
Las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
Jinete del pueblo,
Al sol y a la luna.

¡A galopar,
A galopar,
Hasta enterrarlos en el mar!

A corazón suenan, resuenan, resuenan
Las tierras de España, en las herraduras.
Galopa, jinete del pueblo,
Caballo cuatralbo,
Caballo de espuma.

¡A galopar,
A galopar,
Hasta enterrarlos en el mar!

Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;
Que es nadie la muerte si va en tu montura.
Galopa, caballo cuatralbo,
Jinete del pueblo,
Que la tierra es tuya.

¡A galopar,
A galopar,
Hasta enterrarlos en el mar!




Éste es uno de mis poemas de Alberti preferidos:



Dejé por ti mis bosques, mi perdida
Arboleda, mis perros desvelados,
Mis capitales años desterrados
Hasta casi el invierno de la vida.

Dejé un temblor, dejé una sacudida,
Un resplandor de fuegos no apagados,
Dejé mi sombra en los desesperados
Ojos sangrantes de la despedida.

Dejé palomas tristes junto a un río,
Caballos sobre el sol de las arenas,
Dejé de oler la mar, dejé de verte.

Dejé por ti todo lo que era mío.
Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,
Tanto como dejé para tenerte.










No había leído demasiado acerca de este autor. Creo que es porque un día, cuando estaba estudiando Derecho, fui a hablar al despacho del temido profesor de derecho político. No me pareció ni grosero ni un ogro como me lo habían definido. Supongo que la gente siempre juzga sin saber, y nunca me he guiado por la opinión mayoritaria de la gente. Primero, porque prefiero experimentar las cosas por mí misma, y segundo, porque he podido comprobar las más de las veces que la mayoría muchas veces se equivoca. El caso es que de la asignatura no hablé mucho, pero cuando le conté que en realidad no me estaba apasionando demasiado la carrera, y que lo que me gustaba era, en realidad, la literatura, me hizo abrir el libro, que  él mismo había escrito, y recitar un poema de Alberti. Tuve que hacerlo, claro. Y ya no volví a leer nada de él hasta hace poco.

Rafael Alberti Merello  nació en El Puerto de Santa María, Cádiz, el 16 de Diciembre de 1902, y murió en el mismo lugar el 28 de Octubre de 1999.
Creo que todos podemos recordar, ya que en el colegio incidían mucho sobre ello, que fue uno de los miembros de la conocida Generación del 27. Reconocido su merecimiento como poeta, se le considera uno de los mayores literatos españoles de la llamada Edad de Plata de la literatura española.
Tras la Guerra Civil Española, se exilió (como ya sabréis pertenecía al Partido Comunista), y tras el final de la dictadura de Franco es nombrado Hijo Predilecto de Andalucía en 1983 y Doctor Honoris Causa por la Universidad de Cádiz en 1985.


Son numerosos los premios y reconocimientos que recibió. Además, su larga vida, vivió 96 años, ayuda a que su obra alcance una máxima notoriedad. Publica sus memorias bajo el título de La arboleda perdida. En la próxima entrada veremos como se desarrolló su vida, además de sus obras más notables.



Os dejo con esta preciosa canción , que canta su poema “La paloma”. Sé que a muchas personas no les gustan demasiado estos animales y que las asemejan a ratas voladoras (como, por ejemplo, a la madre de mis amigas María y Marta, jeje) pero supongo que es cuestión de verles el lado positivo, y para gustos: los colores. A Alberti le gustaba mucho nombrarlas en sus textos.
El poema, desde luego, es muy bonito, y más, cantado por Serrat. 

Besos y ¡hasta la semana que viene!







Se equivocó la paloma,
Se equivocaba.
Por ir al norte fue al sur,
Creyó que el trigo era el agua.
Creyó que el mar era el cielo
Que la noche la mañana.
Que las estrellas rocío,
Que la calor la nevada.
Que tu falda era tu blusa,
Que tu corazón su casa.
(Ella se durmió en la orilla,
Tú en la cumbre de una rama.)

















lunes, 6 de mayo de 2013

ROSALIA DE CASTRO (I)







Rosalía de Castro nació en Santiago de Compostela  el 24 de Febrero de 1837, murió el 15 de Julio de 1885 en Padrón. Es una representante muy importante del siglo XIX, que destacó, sobre todo, por su poesía, y que también escribió novela, tanto en lengua portuguesa como española. Sus tres obras clave: Cantares Gallegos, Follas Novas y En las orillas del Sar.

Símbolo del  pueblo gallego, sus cantares fueron la primera gran obra de la literatura gallega contemporánea. Es considerada, junto a Bécquer, como la precursora de la poesía española moderna.
Para entender mejor su figura hay que entender que la época en la que le tocó vivir no era nada fácil. La lengua gallega había quedado reducida a dialecto, y había que romper con el sentimiento de indiferencia hacia esta lengua, y con el consiguiente desprestigio social. Sin embargo, al ser la lengua de la clase minoritaria dominante, con sus Cantares Gallegos consiguió afianzar el renacer cultural de la lengua.

Actualmente, la figura de Rosalía de Castro y sus creaciones literarias continúan siendo objeto de una abundante bibliografía y atención crítica, tanto en España como en el extranjero. Tanto, que sus obras han sido traducidas al alemán, al ruso, al francés, incluso al japonés.









Hoy me voy a centrar en su infancia, el próximo día veremos el resto. Nació, como hemos dicho,  en la madrugada del 24 de febrero de 1837; era hija natural de un sacerdote y de una hidalga soltera, con orígenes humildes y escasos recursos económicos. Poquitas horas después de su nacimiento, fue bautizada con el nombre de María Rosalía Rita, figurando como hija de padres desconocidos. Este hecho hace que los biógrafos hayan omitido el dato, tanto del tema de su nacimiento, como de la condición eclesiástica de su padre. En realidad, se hizo cargo de ella María Francisca Martínez, madrina y fiel sirviente de su madre:

.
«En veinte y cuatro de febrero de mil ochocientos treinta y seis, María Francisca Martínez, vecina de San Juan del Campo, fue madrina de una niña que bauticé solemnemente y puse los santos óleos, llamándole María Rosalía Rita, hija de padres incógnitos, cuya niña llevó la madrina, y va sin número por no haber pasado a la Inclusa; y para que así conste, lo firmo.»




Aunque me imaginaba qué podía ser la Inclusa, no sabía exactamente qué era, así que aclarar que El Hospital de la Inclusa se trataba de un hospital para niños expósitos que se encontraba en las cercanías de la Puerta del Sol de Madrid.
En él se recogían, no sólo a los niños abandonados en las calles, sino también a los recién nacidos en los hospitales de la Pasión y Los Desamparados, así como los depositados en la propia casa refugio.








Hasta que cumple los ocho años se queda al cuidado de su tía paterna en la aldea de Castro de Ortoño, que pertenece al municipio coruñés de Ames. Y es en esta etapa donde más se familiariza con la dureza de la vida del labriego gallego y con el mundo rural de la Galicia profunda, que tanto influirá posteriormente en sus Cantares Gallegos.

En torno a 1850, se traslada a Santiago de Compostela, junto a su madre ( ya había convivido con ella en Padrón). Dedicándose, sobre todo, a la música y al dibujo, que era entonces lo más dado en la educación de las mujeres.
Establecerá  contacto con personalidades destacadas como Manuel Murguía, Eduardo Pondal y Aurelio Aguirre. Con este último se piensa que mantuvo una relación sentimental, de la que deja huella en algunos de sus  poemas.
Vamos a ver algunos de ellos: 



Yo no sé lo que busco eternamente


Yo no sé lo que busco eternamente
en la tierra, en el aire y en el cielo;
yo no sé lo que busco; pero es algo
que perdí no sé cuando y que no encuentro,
aún cuando sueñe que invisible habita
en todo cuanto toco y cuanto veo.
Felicidad, no he de volver a hallarte
en la tierra, en el aire, ni en el cielo,
y aún cuando sé que existes
y no eres vano sueño!




Negra sombra se tiene como uno de los cantos más bellos de Galicia, y sus letras se funden con un trazo melódico; que a partir de ahí no pueden considerarse separadamente.



http://youtu.be/bKyV23TssEY




Cuando pienso que te fuiste,
negra sombra que me asombra,
A los pies de mis cabezales,
Tornas haciéndome mofa.

Cuando imagino que te has ido,
en el mismo sol te me muestras,
y eres la estrella que brilla,
y eres el viento que zumba.

Si cantan, eres tú la que cantas,
Si lloras, eres tú que lloras,
Y eres el murmullo del río,
Y eres la noche y eres la aurora.

En todo estás y tú eres todo,
para mí y en m misma moras,
ni me abandonarás nunca,
sombra que siempre me asombras




En los ecos del órgano, o en el rumor del viento

En los ecos del órgano, o en el rumor del viento,
en el fulgor de un astro o en la gota de lluvia,
te adivinaba en todo, y en todo te buscaba,
sin encontrarte nunca.
Quizás después te ha hallado, te ha hallado y ha perdido
otra vez de la vida en la batalla ruda,
ya que sigue buscándote y te adivina en todo,
sin encontrarte nunca.
Pero sabe que existes y no eres vano sueño,
hermosura sin nombre, pero perfecta y única.
Por eso vive triste, porque te busca siempre,
sin encontrarte nunca.





Os dejo con una canción muy bonita de Amancio Prada, que se basa en uno de sus poemas.
Un beso, y hasta la semana que viene.