Cogí la copa de coñac. Me
asomé a la ventana, y la cálida noche templó mis inquietudes. Decían que al día
siguiente iba a nevar, y yo, en manga corta, ironizaba la futura situación,
mientras que el que había decidido mi último sorbo me recordaba el sabor de tu
marcha.
Todo estaba cambiando: mi
corazón ya no palpitaba de la misma manera y la naturaleza se reía de nosotros,
mezclando estaciones, apropiándose de nuestra cordura y haciendo que el alcohol
ya no me surtiera un efecto inmediato.
Me despertó el teléfono, y
entre un nauseabundo olor a alcohol y una mala intuición sellada en las
entrañas, me dijeron que habían encontrado tu cuerpo.
Elena Guillén
Derechos protegidos
No hay comentarios:
Publicar un comentario