“Largo es el arte; la
vida en cambio corta, como un cuchillo. Pero nada ya ahora --ni siquiera la
muerte, por su parte inmensa- podrá evitarlo"
Vamos con ángel González. Aunque
veremos más textos suyos, creo que el poema que
vamos a ver es uno de los más bonitos que se han escrito. Otro lunes hablaré de él, y de otras de sus
creaciones. Pero hoy todo el protagonismo se lo vamos a dejar a "Me basta así". Se lo merece.
Os dejo, no obstante, al propio Ángel, hablando de su vida; que
mejor que él mismo para contarla, pues la vida de alguien la cuenta uno mismo, que es quien la vive; nunca los demás, aunque muchas veces
se empeñen en ello.
ME BASTA ASÍ
Si yo fuese Dios, y tuviese el secreto,
haría un ser exacto a ti,
lo probaría ( a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir, con la boca)
y si ese sabor fuese igual al tuyo, o sea, tu mismo olor,
y tu manera de sonreír
y de guardar silencio ,y de estrechar mi mano estrictamente
y de besarnos sin hacernos daño
—de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso—;
entonces,
—de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso—;
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando —luego— callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta.
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando —luego— callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta.
Os dejo con Pedro Guerra, y con “El poema”. Hasta la semana
que viene.
No hay comentarios:
Publicar un comentario